viernes, 30 de agosto de 2013

Extracto de CUENTOS DE BARRIO, de Alejandra Lagos







(...) Al filo de las nueve de la noche aparece la parejita. Ella con su infaltable barriga que muestra  su ya avanzado embarazo.  Regresan -dicen- al hotel, que no es otra cosa que una suerte de mala pensión. Trabajan todo el día cuidando autos, empeñosos ambos, buenos para pelear entre ellos, pero sin conciencia de nada. No son jóvenes; son -digamos- ya adultos; tal vez unos treinta y algo cada uno y, al  paso, sus infaltables escalas.

Se detienen en la botillería. Ella se compra su cerveza, una botella de a litro;  luego se detiene en el almacén. Pide sus  cigarros, un sobre de a cien pesos de  shampoo, tal vez un papel higiénico y, una vez cada semana, un poco de jabón de ropa. Cada día se cruzan un par de palabras, un: “¿cómo está casero?”  “Hola casera… “ “Uf, ¡qué calor el de hoy! Menos mal que ya terminamos y a la casita a bañarme. Yo soy limpita, me baño todos los días...”, etc.

Un día cualquiera ella pasa apesumbrada; no está alegre. Las lágrimas están por brotar de sus mejillas. Imposible no preguntarle qué le pasa.  Ella, en un par de minutos cuenta toda su historia.
Su madre que la deja una vez más en la calle y de su padre, nada se sabe;  que…” ¡chutas! , no es el primer hijo que tengo.  Si la tía me cuida, si cuando me mejoré  del Jonathan ella me cuidó bien”.

-¿Sí?, qué bueno.

Y una le pregunta  qué edad tiene él. “Ah, no sé... deben de ser como seis años.”

-Y... ¿dónde está? “En la casa de menores... él allí está bien”.

Sentimos ese dolor inexplicable para ella.

En más de una oportunidad, alguien le dice: “Pero mujer, cómo tomas y fumas si estás esperando una guagüita”. Y ella responde: “pero si yo me la tomo tranquila, no molesto a naiden y es sólo una”. 

Por lo que no preguntamos más y  la vemos que se va caminando, bebiendo  su cerveza y con su pucho prendido (...)




Texto: Alejandra Lagos

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